jueves, 11 de diciembre de 2008

Francisco Sevillano - para Eustoquio Hospital del Amo-

El Padre Eustoquio, era más que un cura, era más que un educador, era más que un profesor, el Padre Eustoquio era un amigo y una buena persona, una muy buena persona.

Alto, las piernas cortas, la cara morena, largas patillas, la voz ronca y un corazón que no le cabía en el pecho.

Desde el primer año que me incorporé a la Laboral empecé a tener relación con él. Yo fuí –como dice Pedro Antonio Serrano Salas en su escrito-uno de aquellos chavales de 14 años, que formó parte de aquel equipo de fútbol, que entrenados por él fuimos campeones de España. Para llegar hasta la fase final de Madrid, antes tuvimos que ganar la fase Provincial y posteriormente la fase Regional en Almería. Durante todos aquellos viajes compartimos con él muchos y buenos momentos.

- Padre tenemos sed, decíamos al pasar por algún bar de Almería, de Madrid, de donde fuese.

- Venga va.

Y allí entrábamos los 15 o 16 que íbamos. Siempre nos invitaba. Nos tomábamos un refresco y nos reíamos un rato con sus cosas. En aquellos tiempos con los bolsillos siempre vacíos, esas cosas no se olvidan.

En Madrid recuerdo que nos alojaron en el Hostal Torio, justo al lado del Teatro Calderón, en la calle Atocha. Una noche nos pusimos a jugar con un balón en la habitación a las tantas. Subieron a llamarnos la atención de recepción. Habían avisado al Padre Eustoquio. El muy serio delante del recepcionista. Aguantamos el chaparrón y cuando el de recepción se marchó, todavía dimos unos toques con el Padre Eustoquio metido en el rondo. Como nos reímos aquella noche.


En la vida ocurren cosas a las que no le encuentras explicación. Pasan y ya está. Pero, por más vueltas que le das, te preguntas, yo al menos lo hago, ¿cómo es posible haber dejado pasar tantos años y haber perdido el contacto, en este caso con el Padre Eustoquio , pero también con todos los demás?

Cuando se empezó a organizar el Cincuentenario – nunca le daremos las gracias lo suficiente a Juan Antonio- me parecía mentira poder verlo de nuevo. Intenté localizarlo para saber si tenía intención de ir a Córdoba. Mediante un correo desde la residencia de los dominicos en Valladolid me comunicaron que en Diciembre de 2006 había fallecido. Como podía ser, que se me presentara la oportunidad de volver a la UNi y allí ya no estaría el Padre Eustoquio. Hubiese sido extraordinario volver a encontrarnos y compartir un rato de risas y recuerdos.

Sirvan estas líneas como homenaje a una persona que se hizo querer por todos sus alumnos, y es que el Padre Eustoquio era más que un cura, era más que un educador, era más que un profesor, el Padre Eustoquio era un amigo y una buena persona, una muy buena persona.

Teníamos 14 años cuando jugamos al rondo contigo en aquella habitación de aquel hostal a las tantas de la noche, ahora tenemos ya más de 50, pero nunca te olvidaremos.

Francisco Sevillano González

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